jueves, 4 de junio de 2009

Entrevista a Francella

¿Y tu abuelo, de qué equipo era?

El tano era de Boca, a muerte. Cuando jugaban Boca y Racing apostábamos antes de escuchar los partidos por la radio. Pero el viejito era adorable. ¿Sabes lo que hacía? Al terminar el partido, si ganaba Boca, me llamaba y me decía: "Tomá, Guille, llevate la plata vos. Racing jugó bárbaro; merecían ganar". Y me devolvía la apuesta. Era un fenómeno el abuelo.

Y entre tantos momentos gratos de su infancia y su adolescencia sólo aparece una etapa de suma tristeza: cuando su hermano, al cumplir la mayoría de edad, decidió irse a vivir a Europa.

"Ricardo siempre fue muy bohemio y aventurero. Se le metió en la cabeza ir a probar suerte a la tierra de nuestros antepasados. A todos nos agarró una tristeza bárbara. En casa había un silencio pesado, insoportable. Por suerte, a los cuatro años, volvió y todo fue otra vez como antes".



No acostumbraba ponerme de novio. Les escapaba a los compromisos formales.

- ¿Pero de la primera novia te debés acordar?

El Primer cimbronazo serio lo tuve con Martita, a los 17 años. No era una piba muy linda, pero me dio vuelta. Me volvía loco. Nuestra relación fue una linda historia.

En 1987, conoce a María Inés Breña, azafata, y se convirtió tiempo después en la madre de sus dos hijos:

La conocí en la fiesta de cumpleaños de mi hermano. El y su novia armaron todo para que nos conociéramos. Y les salió tan bien que esa misma noche iniciamos una relación que, dos años y medio después, terminó en casorio.

La boda fue el 28 de septiembre de 1989 en la parroquia San Antonio de Padua en el barrio de Villa Devoto. Al día siguiente partieron de luna de miel a los Estados Unidos. El viaje incluyó: crucero por las Bahamas, unos días en Las Vegas y estadía en Miami.

A los 16 años, Guillermo recién salía de la infancia:

Cuando llevo a la cancha a Nicolás, mi hijo de seis años, me parece ver en sus ojitos las mismas ganas que tenía yo a su edad de ver ganar a Racing. En cada cosa que lo veo hacer a él o a Joanna, quiero acordarme de lo que sentía yo de chiquito. Mi niñez fue tan feliz que deseo que ellos vivan la suya igual.

- ¿Qué es lo primero que te viene a la memoria cuando pensás en esa época?

Tantas cosas. Pero más que anécdotas lo que recuerdo es una sensación de mucho amor, de mucha ternura. Éramos una familia muy unida. Con papá, mamá y mi hermano, Ricardo. Con los abuelitos viviendo en el fondo de casa. Los domingos comiendo ravioles que amasaba el abuelo y el almuerzo con los tíos y los primos en la mesa grande. Eso era en Béccar, en un chalecito con techo de tejas, jardín al frente y gallinero en el fondo. Una casita que compró mi viejo con un préstamo del Banco Hipotecario.

- ¿Ahí naciste vos?

No. Entonces vivíamos en Villa del Parque. Nos mudamos cuando cumplí los dos añitos.

Al finalizar el bachillerato en un colegio de San Isidro, su horizonte vocacional no aparecía claro. Salvo esa atracción por las tablas que le había nacido de la mano de su tío Emilio.

Mi tío, Emilio Redondo, era un representante de músicos muy conocido en el ambiente revisteril. Una noche me llevó a conocer los teatros de la calle Corrientes. Entramos a los camarines de las vedettes. Las coristas se sentaban en su regazo. Me salió toda la cholulada de adentro y quise quedarme a vivir en ese ambiente para siempre.

Su tío, afianzó la experiencia de preparar una obra de fin de curso con sus amigos del colegio:

Cuando terminé el secundario, todos mis compañeros sabían lo que iban a seguir. Yo no tenía ni idea. Mis padres me mandaron a hacer un test vocacional. No salió nada en limpio. Salvo cierta afinidad por la actuación. La psicóloga que me atendía se ofreció a psicoanalizarme para encontrar la raíz de mis dudas. Me pareció una chantada absoluta.

- ¿Y qué dijeron tus viejos?

Papá me dijo que si me gustaba el teatro que siguiera adelante. Pero que, a la vez, estudiara algo más remunerativo, por las dudas. Mamá siempre me alentó. Ella desde el principio fue una ferviente defensora de mi vocación actoral.

Para cumplir con el "por las dudas" de su padre, Guillermo se recibió de periodista. Ejerció tres meses en la revista Gente y luego colgó la lapicera para siempre. Estudió arte dramático con Alejandra Boero y montó varias obras fuera del circuito comercial. Pero se cansó de estrenar a sala llena con los parientes y amigos, para tener que levantar las funciones tres días después por falta de público. Se armó de paciencia. Repartió fotos en todas las producciones que se pusieron a su alcance. Insistió con una tenacidad increíble que rayaba con el límite de lo soportable. Consiguió algunos bolos en televisión y ganó sus primeros pesos en publicidad. Hasta que lo venció por cansancio a Rodolfo Ledo y logró un papel chiquito en la obra Proceso Interior allá por 1980. Después vinieron varios trabajos co-protagónicos de importancia. Hasta que con la tira De Carne Somos, en 1988, en la que encabezó el elenco, se produjo su despegue absoluto hacia la fama. Lo que sigue es historia conocida: Matrimonios y Algo más, Brigada Cola, Los Benvenuto, Un hermano es un Hermano, en televisión; la saga de Extermineitors, en cine; la obra de teatro Pijamas, entre otros trabajos exitosos.

- Los noventa te encontraron con el sueño cumplido de quedarte a vivir para siempre en ese ambiente fascinante que te mostró tu tío Emilio cuando tenías 16 años...

Totalmente. No tengo nada de qué quejarme. En mi profesión y en mi vida. Lo único que me hubiera gustado es que mi viejo, que falleció en 1981, hubiera podido leer conmigo esta última parte de la historia.

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